Entrevista con la escritora Catalina Cortés Severino

Catalina Cortés Severino. Coautora del libro "Esos afectos voraces”. Foto por: Pablo Concha.

En Esos afectos voraces una filosofa y una antropóloga utilizan sus influencias y preocupaciones intelectuales para acompañarse en la distancia durante el encierro por el COVID-19.


Esos afectos voraces (Tusquets, 2022) de Laura Quintana y Catalina Cortés Severino es un libro cuya categorización no le hace justicia: se vende como una correspondencia entre la filósofa Quintana y la antropóloga Cortés Severino, pero es mucho más que un simple intercambio epistolar. Las reflexiones, poemas e imágenes que contiene exceden los diálogos a los que los lectores están acostumbrados cuando entran a una obra enmarcada en este género. En Esos afectos voraces se encuentran preocupaciones sobre el cuerpo, la virtualidad, los deseos, los miedos surgidos durante la pandemia, la familia, los privilegios, reflexiones sobre el paro nacional y películas icónicas para las autoras. En este libro no hay fechas como en la típica correspondencia; solo se determina un período de tiempo por las referencias a la pandemia y el paro nacional. Las voces se difuminan y unifican y, al no haber una firma al inicio o final de cada fragmento, se hace difícil determinar quién escribe y quién responde, detalle que resulta muy interesante para la narración. Encontramos aquí menciones a John Steinbeck, Cristina Rivera Garza, la serie The Wire, Donna J. Haraway (Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno), Elena Garro, Margo Glantz, Adrianne Rich, Margueritte Duras, la maternidad, pasajes de Distancia de rescate de Samantha Schweblin, Gloria Anzaldúa, la película Border de Ali Abbasi (basada en el libro de John Ajvide Lindqvist), Temporada de huracanes de Fernanda Melchor, Virginia Woolf, Emily Dickinson, The Lost Daughter (película de Maggie Gyllenhaal basada en la novela de Elena Ferrante) y Clarice Lispector, entre muchas más. 

En el marco del Hay Festival Cartagena, Libros & Letras dialogó con Catalina Cortés Severino sobre esta obra.


Al abrir el libro esperaba encontrar cartas a la antigua usanza o, al menos, el encabezado de una serie de correos electrónicos, pero me encuentro en cambio unos títulos y una narración donde no se especifica quién habla y tuve que mirar varias veces, leer la contratapa y revisar si me había equivocado de libro. ¿Por qué Esos afectos voraces tiene esa estructura y carece de los encabezados de una correspondencia normal?

Eso fue parte del inicio del juego que comenzamos a hacer entre Laura y yo, que al comienzo eran solo pensamientos. Las dos estábamos trabajando sobre temas parecidos; ella es filósofa y yo antropóloga, y estábamos cuestionando mucho las disciplinas, la forma de escribir académica. La idea era explorar con otros tipos de escritura los temas que trabajábamos y eran reflexiones que iban y venían, a veces poesías, a veces solo párrafos. Fue lo primero que le mostramos al editor y él dijo se asemejaba a una correspondencia: ustedes se están escribiendo, están dialogando, vuélvanlo más narrativo, que se note que te llega este mensaje y te hace pensar, que se entienda más como una suerte de correspondencia. Nosotras no queríamos que fuera así porque no pasó de esa manera, con cartas con un encabezado “Querida Laura…”, sino que eran diarios de pensamientos, cosas que uno rumea y piensa en soledad, pero era compartirlo y pensar juntas, cosas muy similares desde lugares y experiencias diferentes, este ir y venir de ideas. Entonces desde el comienzo no fue pensando como cartas: “Querida amiga, te cuento que…”.

Sin una estructura formal.

Exacto. El trabajo con el editor fue hallar un punto intermedio entre la formalidad de las cartas y el anonimato. Al final íbamos a terminar firmando Laura Quintana y Catalina Cortés Severino, pero al mismo tiempo no era necesario saber quién era quién. También tiene que ver con una apuesta del anonimato de la escritura. Si alguien lee el libro de comienzo a fin, va intuyendo quién es la que está contestando, pero no desde el principio y esa no era la meta, sino lo que lográbamos con estos pensamientos en conjunto.

Yo no las conozco ni había leído, y sucede que leía un fragmento y me preguntaba quién lo había escrito; entonces me iba a las solapas a leer las biografías. En algunas partes tal vez identificaba y en otros no, pero al final no importaba, porque eran pensamientos de dos mujeres muy interesantes y dejé de mirar quién era la que decía qué y seguí leyendo.

Creo que la experiencia de lectura siempre va a ser diferente en cada persona, pero alguien que conozca por lo menos a Laura, va a captar quién es quién. Asimismo, creo que es muy interesante una experiencia de lectura de alguien como tú, que no conoce a ninguna; la experiencia va a ser otra.

¿Esta estructura final fue una mezcla entre lo que el editor quería y algo que salió orgánicamente?

Sí, nosotras desde el comienzo trabajamos con títulos. Nos poníamos un tema: maternidad, futuro, etc.; entonces había un tema sobre el que íbamos a escribir pero también títulos que servían de indicador sobre qué íbamos a discutir entre las dos.

¿Este intercambio se dio por medio de correos electrónicos?, ¿qué tan frecuente era?

Por medio de Google Drive, y los ritmos fueron muy diferentes. Empezamos antes de la pandemia, muy esporádicamente, una vez al mes, como un juego; nunca pensamos que fuera a convertirse en un libro, sino que al comienzo era más un ejercicio de escritura. En la cuarentena teníamos material, hablamos con el editor y empezó un trabajo de reescritura con lo que habíamos escrito, de volverlo más carta y pensarlo de manera narrativa. Ahí creo que fue cuando más se escribió y reescribió, en la pandemia, y también las correspondencias fueron más frecuentes, una vez a la semana, cada quince días; el ritmo fue cambiando y al final no solo eso, sino también la escritura. Yo digo que es un libro que no se tiene que leer en orden, se puede empezar a leer por un tema, por ejemplo: Mamás…

Algunos fragmentos se pueden leer al azar.

Sí. Pero creo que alguien que lo lea de comienzo a fin va a notar ese cambio en la escritura. Al fin y al cabo la escritura también es un proceso que empezó más tímida o rígida y al final se nota otro ritmo; eso se aprecia mejor si lo lees en orden.

¿En el intervalo de esas comunicaciones ustedes solían hablar por algún otro medio?

No, y eso también es interesante, porque Laura y yo nos definimos como amigas intelectuales; no somos solo colegas de profesión y hay una amistad que va más allá del ser colegas: de conversaciones, de libros que compartimos, películas. Hay mucha conexión pero no somos amigas compinches, de llamarnos o chatear para contarnos cosas como: hoy amanecí triste por esto, me pasó aquello… no; es una amistad intelectual donde hay algo más de los intereses académicos y compartimos muchas cosas: sobre la academia, el ser profesoras, mamás. Aparte de los intereses intelectuales existen cosas diferentes pero muy parecidas de la vida misma que nos juntaron.

Mencionaste que durante el confinamiento por el COVID fue cuando más reescribieron. ¿Crees que si no hubiera pasado la cuarentena este libro existiría? 

Hubiera sido muy distinto, porque creo que hay una fuerte imprenta de ese momento; estábamos reflexionando sobre temas de lo doméstico, la cotidianidad, y fue un momento donde precisamente eso se volcó en la escritura y la intensificó mucho, además de ser una compañía. No somos amigas de hablar diariamente, pero fue una compañía en esos momentos. Es muy diferente pensar con otro y decidir: esto lo voy a volver una carta, lo voy a volver palabras, cosas que pensaba sobre cómo cambió lo doméstico, que uno se dedica a rumiar en soledad. Pero es muy distinto cuando dices: le voy a escribir a alguien, no en un diario mis reflexiones, sino a alguien que me va a leer; ahí hubo algo interesante de acompañamiento en la distancia.

¿El hecho de que hubiera alguien que iba a recibir esos pensamientos cambiaba el sentido de la escritura?

Claro, totalmente. Es muy distinto ponerme a escribir mis reflexiones en un diario íntimo, que hacerlo para esa otra que me iba a leer y responder e interpelar, esa otra que era mi compañía. A eso le hemos enfatizado mucho, lo que implica escribir en compañía. Uno nunca está escribiendo para uno mismo, pero saber que es otra persona y es una suerte de correspondencia también es algo muy situado, estás escribiendo en un momento particular.


Catalina Cortés Severino. Coautora del libro "Esos afectos voraces”. Foto por: Pablo Concha.
Catalina Cortés Severino. Coautora del libro Esos afectos voraces. Foto por: Pablo Concha.

No hubiera podido ser dos diarios distintos porque no era lo mismo.

Además, el diario implica una reflexión y con la correspondencia tampoco terminas sabiendo muy bien qué vas a escribir. Por ejemplo, con la correspondencia con Laura yo duraba varios días masticándola, pensándola, escribiendo sin escribir, hasta que algo de la cotidianidad me disparaba y conectaba con algo que ella me había escrito y entonces me salía el tema: voy a escribir de esto.

¿Quién tuvo la idea de presentarle el proyecto a un editor? 

Ya teníamos bastante material, bastante de estos pensamientos, y pensamos en hacer un blog. Consideramos un libro, pero hubiera podido ser un blog. Hablamos con algunos amigos editores, unos de editoriales independientes, y al que más le sonó la idea fue a Juan David Correa de Planeta. Nos dijo que faltaba pulirlo y nos dio seis meses para la reescritura e ideas para el trabajo de reelaboración.

¿Hubo alguna obra o autora que les sirviera de inspiración a la hora de organizar el libro?

Muy al comienzo, el trabajo de una filósofa y una antropóloga americanas. La filósofa, que ya murió, es Lauren Berlant y la antropóloga Kathleen Stewart. Cada una trabajaba temas similares por su cuenta y las dos tienen un libro que se llama The Hundreds, que empezó como un ejercicio de escribir en cien palabras –no correspondencia– cosas que ellas estaban reflexionando; el libro es eso. Era una idea principal y, un poco, lo que estábamos haciendo al comienzo, que eran pensamientos pequeños, poemas o textos muy fragmentados.

Me gustó mucho cuando llegaron al tema de la maternidad, en especial porque al empezar a hablar del mismo utilizan uno de mis libros favoritos escrito en español: Distancia de rescate de Samantha Schweblin, que deja de manifiesta una preocupación latente en todas las madres. ¿Cómo llegaron a esta obra y por qué decidieron utilizarla para tratar este tema?

Es uno de los libros que me impactó, sobre todo porque cuando lo leí estaba embarazada de mi segunda hija. Fue un libro espectacular por la forma como te mantiene en tensión. Lo interesante es que ella tampoco habla directamente de la maternidad, aunque claramente está ahí, pero es muy metafórico. Recuerdo que yo estaba embarazada y en un momento de sensibilidad particular, y sentí claramente que ya había pasado por esto; tenía una hija, pero se me hacía muy fuerte pensarlo. Además, el concepto de “Distancia de rescate” es muy poderoso porque se me hace entre algo cultural y la vez muy animal. Es instintivo, las mujeres cuidan y nos han enseñado a cuidar, pues no es natural, y está esa parte cultural, creo que excede eso de que la mamá cuida, porque es algo muy instintivo y muy corporal. 

Está lo que significa la pérdida…

Y el exceso, porque la vida nos excede y no puedes ni cerrarlos y no exponerlos al mundo, ni detener eso.  

Es genial que en un libro tan corto esté contenido todo eso.

Y no dicho. Creo que empezamos ahí porque es esa relación muy tensionante de ser mamás y también esa parte de la antropología, la parte cultural. Creo que hay algo muy animal de vínculos y afectos muy fuertes y corporales.

Distancia de rescate es un enigma en muchos sentidos. ¿Cuál es tu opinión sobre la novela?, ¿qué es lo que en verdad ocurre?, ¿cuál es tu interpretación?

Creo que tiene muchas lecturas.

Cuando empieza todo, con el personaje de Amanda en la sala de urgencias, ¿crees que David está realmente ahí, o es una proyección a la que ella le está hablando? Porque esa voz…

Esa voz es la que desubica mucho.


Portada de Esos afectos voraces de Laura Quintana y Catalina Cortés Severino
Portada de Esos afectos voraces de Laura Quintana y Catalina Cortés Severino

Un niño no habla así, es como si Amanda estuviera usando un mecanismo para recordar por qué está ahí.

Eso es lo que a uno lo desubica pero también lo que lo va guiando. Nunca había pensado en eso, pero digamos que hay una frase que yo uso en la correspondencia y es algo que le dice David a ella: por qué las mamás siempre quieren ir por delante de lo que pueda pasar, y eso claramente no es la frase de un niño… Nunca había pensado si está o no está, nunca se resuelve, pero es algo que desubica al lector, pero también lo va guiando. También es muy importante la contaminación en los cuerpos y la transformación de los mismos. Es muy afectivo y logra esa tensión en el lector. Lo hace preguntarse: algo está pasando, pero es difícil de capturar o precisar exactamente qué es. 

Liliana Colanzi me dijo que esa novela es eco-horror.  

Esa categorización está muy interesante. 

¿Continúa esta correspondencia entre ustedes?, ¿podría haber una parte dos de Esos Afectos voraces en algún momento?  

Precisamente de eso hablábamos con Laura hoy: que nos gustaría. Nos toca pensar cómo seguir, porque más allá de pensar en Afectos voraces dos, en otro libro, es continuar con el ejercicio de seguirnos acompañando. Cada una tiene sus proyectos, otros libros, otras investigaciones, creaciones, pero también terminamos siendo una compañía tanto cotidiana como intelectual para seguir pensando nuestros temas como ejercicio de escritura. Es claro que nos gustaría seguir, tenemos toda la intención, pero no necesariamente para hacer un Afectos voraces parte dos. La idea es seguir haciéndolo en conjunto: podría haber un tema y cada una escribe por su lado, una comienza y la otra contesta, continuar con esa afectación de la escritura de la otra y del pensamiento de la otra, buscar el mismo u otro mecanismo, que eso sea lo principal.

¿Lo más probable es que haya un proyecto a futuro juntas?

Sí, y digamos que también teníamos algo que no sé si se pueda llamar continuación, porque trabajamos mucho con imágenes. Yo trabajo bastante con video y fotografía y muchas correspondencias tenían imágenes intervenidas, collages o fragmentos de videos; hay mucho material visual. Hace poco escuché un pódcast de una mujer leyendo una carta y pensé que también sería bonito, como continuación o extensión, leer algunas de las cartas entre nosotras y grabarlas, no sé si en un pódcast, y trabajar con las imágenes que quedaron.

¿Cuál de las dos vio The Wire?

Laura.

Me gustó que las referencias no fueran tan comunes, por ejemplo, con Distancia de rescate y con The Wire. ¿Cuál de las dos vio Border? Me gustó encontrar esa referencia.

Laura también. Parte de la afectación era entre la escritura de las dos, cómo a Laura la afectó un libro, una película, el cocinar; esa afectación no solamente al escribir, sino de la vida, de lo que en esos momentos estábamos viendo, leyendo, que nos hacían pensar las cosas en el momento de ponerlas por escrito.

Las influencias de una afectaban a la otra; por ejemplo, si ella hablaba de The Wire, tu querías verla…

Claro. Por ejemplo, con Distancia de rescate. Es un libro que a las dos siempre nos había rondado y del que habíamos hablado en varias ocasiones. Hay referencias que salen compartidas, que nos disparaban, otras que no, entonces yo iba a buscar lo que ella mencionaba. Una fue el libro La hija oscura, que a las dos nos tocó mucho. Estábamos escribiendo precisamente en ese momento sobre ser mamás. Esas referencias compartidas o no compartidas, ese anonimato, no solo que no está nuestro nombre, sino que estamos escribiendo también con otras voces y otras mujeres que nos han acompañado.

¿Cuáles son tus libros epistolares favoritos?

Nuestros referentes de libro –aunque al inicio no fue la intención hacer un libro epistolar, sino que llegamos ahí con el proceso– fueron las cartas de Virginia Woolf. Para mí fue una gran inspiración pero, como te digo, nunca fue pensado así. Ahora en retrospectiva, no sé si Afectos voraces va a entrar clasificado como libro epistolar, pero hay muchísimos. Lo peor es que he leído muy pocos libros de este género. 


Catalina Cortés Severino. Coautora del libro "Esos afectos voraces”. Foto por: Archivo de la Universidad Nacional.
Catalina Cortés Severino. Coautora del libro Esos afectos voraces. Foto por: Archivo de la Universidad Nacional.

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