El diablo de las provincias
En su nueva novela, Juan Cárdenas nos lleva a recorrer la Colombia del siglo XIX en una aventura donde la fantasía y el horror muestran su cara.
Peregrino transparente del escritor colombiano Juan Cárdenas (Popayán, 1978) es una novela que, sin tanto bombo por parte de la editorial Periférica de España, ni atención mediática desmedida (como estamos acostumbrados en este país), ha ido destacando y abriendo camino, por su propio mérito y fuerza, entre la marea de novedades con las que nos inundan las editoriales. Las oleadas de su historia y significado cogiendo fuerza y avanzando sin tregua.
Esa figura aparece y desaparece sin romper nunca el hechizo que le ha tirado al lector al inicio, sino para reforzarlo u observar los efectos de lo que está haciendo y desvanecerse de nuevo.
El núcleo de la novela es el libro Peregrinación de Alpha de Manuel Ancízar, obra real publicada en 1853, una crónica de viajes por las provincias del centro y el norte de la república de Colombia –entonces llamada Nueva Granada– en el curso de la Comisión Corográfica. Se trató de un ambicioso proyecto científico cuyos principales objetivos eran la descripción de la geografía humana del país, el levantamiento de mapas y la ubicación de recursos con potencial económico en el territorio nacional.
El autor hizo este viaje hacia las provincias en un trabajo especial para la comisión liderada por Agustín Codazzi entre 1850 y 1852. El narrador de Peregrino transparente lee ese libro pues es aficionado a la literatura colombiana del siglo XIX y empieza a maquinar una especie de western –como el mismo lo denomina– con uno de los colegas de Ancízar, un pintor real llamado Enrique/Henry Price, el segundo de los acuarelistas contratados por la comisión.
En su peregrinaje durante el tercer viaje de la comisión por las provincias de Mariquita, Medellín, Córdova, Antioquia y Cauca, Henry Price comienza a intrigarse con los cuadros de un desconocido pintor de iglesias, algo que también le había sucedido a Carmelo Fernández, su antecesor en el cargo. La figura misteriosa de este pintor, llamado José Rufino Pandiguando, empieza a crecer en la psique de Price, cobrando un significado cada vez más importante, hasta el punto de que se ve obligado a buscarlo.
Aquí es cuando el hechizo del narrador comienza a obrar con fuerza, cuando el bebedizo que nos da a leer en la primera página hace sentir su efecto, y empieza a sentirse el golpe. Hay un tránsito imperceptible de la realidad a la fantasía hecha con maestría al punto de que el lector no logra discernir cuál es cuál, qué sucedió realmente y qué se fermentó en la mente de ese narrador ambiguo y quizá poco confiable. En la mayoría de ocasiones el cruce de un umbral conlleva dos cosas: la aceptación de una nueva realidad y la imposibilidad de dar marcha atrás. La ficción abraza mortalmente la realidad y no es posible distinguir una de otra ni tiene sentido hacerlo.
Lo que comenzó como una expedición para cartografiar un territorio remoto –y a veces salvaje– se torna sutilmente en una novela de aventuras con verdaderos momentos de asombro y horror. Hacen su aparición un asesino de políticos liberales que bien podría ser un antecesor de Jack el Destripador, la teoría de la pretérita existencia de un mar interior en tierras boyacenses a tres mil metros de altura sobre el nivel del mar, que se habría formado en tiempos inmemoriales, quizá producto de la retirada de las aguas oceánicas durante el surgimiento de la cordillera de los Andes, y el mítico monstruo de la Laguna de Tota, un supuesto animal acuático referenciado por el conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada como “un pez negro con la cabeza a manera de buey y mayor que una ballena” y por los indígenas muiscas como “diabloballena”, “monstruo negro” e incluso como “El Dragón”.
Obligando a una lectura febril, el poder del embrujo no termina cuando se llega a la última página, sino que perdura en la mente del lector y aumenta su fuerza, dejándolo mareado y forzándolo a la relectura y al análisis de las visiones conjuradas. Es lo que sucede cuando la realidad muestra otra de sus capas y revela algo que siempre había estado allí pero no habíamos podido/sabido ver. ¿Se puede descifrar el momento exacto cuando ese tránsito ocurre? El lector se siente como un ciego que recuperara momentáneamente la visión y comprendiera la oscuridad que tiene al frente. Los epígrafes de la obra, ambiguos como su narrador, ya advierten sobre lo que viene:
“La naturaleza ama ocultarse”.
Heráclito.
Y, antes de iniciar la parte final del libro, en la cual la aventura aumenta la tensión y se vuelve una persecución al nivel de los mejores westerns:
“¿Usted piensa que me parezco a un onça (tigre negro)? Hay horas en las que me parezco más. Usted no ha visto. ¿Tiene por casualidad un espejo?”.
João Guimarães Rosa.
Si se pasan por alto o no se entienden es responsabilidad del lector, pero es de conocimiento general que a los chamanes hay que prestarles atención. El narrador se pregunta a sí mismo en cierto punto: “¿De dónde salen todas estas cosas, quién me las dicta? ¿Acaso tengo yo también, como el capitán phnhê, una calavera puesta encima de la cabeza que, como un sombrero viviente hecho de huesos, sabe hablar y me dice al oído todas estas historias sonámbulas, todas estas imágenes que huyen despavoridas vaya a saber de qué caverna?”.
Dentro de esta aventura conjurada por el narrador está la necesidad de estudiar el pasado para entender el presente: de Colombia, de Latinoamérica, quizá del mundo. La búsqueda de Pandiguando, iniciada de forma inocente y curiosa, pronto se torna en algo con tintes épicos. Peregrino transparente fue publicado en España por Periférica, en Argentina por editorial Sigilo y próximamente en Chile por editorial Montacerdos. Esta obra es distribuida en Colombia por Siglo del Hombre y se encuentra disponible en las principales librerías.
A continuación, una charla que tuvimos con Cárdenas sobre esta obra.
Yo me pregunto si a los jóvenes de hoy les sigue interesando Bolaño. Presiento que no, que los jóvenes están ahora buscando otro tipo de figuras y de relatos. Quiero creer también que Bolaño correrá el destino de un Andrés Caicedo, de un Oswaldo Reynoso o de un Enrique Verástegui…
¿Cómo descubriste Peregrinación de Alpha de Manuel Ancízar y de dónde vino la idea de hacer una novela en base a esa obra?
Soy aficionado al siglo XIX latinoamericano y, en particular, me interesa cómo la literatura de la época permite ver el carácter experimental de nuestras repúblicas. Peregrino transparente no está basada en el libro de Ancízar, pero sí lo parasita desde adentro para lograr sus propios fines.
¿Qué tanto trabajo de investigación fue necesario realizar para escribir desde el punto de vista de Henry Price, uno de los personajes principales de esta obra?
Estuve cerca de seis años investigando en archivos y bibliotecas. Lo que pasa es que durante mucho tiempo uno no sabe cuánto de lo que investiga va a terminar apareciendo en el libro. La investigación es muchas veces un tanteo a ciegas sin otro criterio que el placer de tener contacto con los documentos. La imaginación histórica, que es como una rama secreta de la imaginación utópica, sacude las alas delante de esos papeles viejos.
“La lectura del libro de Ancízar también es muy intrigante y divertida por el lugar ambiguo de su narrador ante lo que va descubriendo durante el viaje”. Es algo que a su vez podría aplicarse al propio narrador de Peregrino transparente mientras escribe… ¿Es lo que podría estar sucediendo/sucediéndole?
Como te decía antes, más que simplemente emular o imitar, el narrador del Peregrino está parasitando el libro de Ancízar. Hay una diferencia de procedimiento y de profundidad allí. Una cosa es imitar una mueca, un estilo y otra muy distinta es parasitar, cultivar un injerto.
Este narrador aparece, desaparece, nos dice cuáles no son sus intenciones, deja que la narración fluya haciendo foco en Henry Price, aparece al finalizar esa parte, vuelve a aparecer al comienzo de la tercera y última parte. ¿Cómo fue el trabajo con esa figura y qué tan importante es el narrador de una historia?
No puedo decir mucho más sobre ese narrador. Creo que vos lo viste muy bien: tiene una manera de entrar y salir de escena, pero además el texto mismo se encarga de reflexionar sobre ese movimiento. Sería redundante que me pusiera a explicar o a teorizar sobre algo que ya la novela misma expone como una especie de performance.
En términos generales, ¿el narrador es igual o más importante que la historia que se está contando?
Decidir eso es competencia del lector.
¿Cuáles son tus libros favoritos donde el narrador es ambiguo o poco confiable?
Para serte sincero, no sé muy bien qué significa eso de narrador poco confiable. ¿Acaso algún narrador es confiable? Creo que por definición todo relato es algo que siempre cae bajo sospecha, todo relato es una versión o una perversión. No hay narradores fiables.
De nuevo, no sé si sea solo yo, pero en la búsqueda de Pandiguando creí notar ecos de Bolaño. ¿Ha sido Bolaño una influencia para ti?
No lo había pensado. Leí a Bolaño con pasión cuando tenía veinte años pero con el tiempo su escritura me parece cada vez menos interesante, llena de tics demagógicos. También me parece triste su destino final como escritor gringo, condenado a ser leído casi exclusivamente en inglés. Honestamente, no creo que sea un gran escritor, pero sigo apreciando su ingenuidad, el fuego de la juventud, el candor, la aventura, su voluntad de entretener. Esos valores estéticos no deberían perderse nunca.
¿Cómo crees que se ve o se lee a Bolaño hoy en día? ¿Tiene el lugar que se merece en la narrativa en nuestro idioma?
Yo me pregunto si a los jóvenes de hoy les sigue interesando Bolaño. Presiento que no, que los jóvenes están ahora buscando otro tipo de figuras y de relatos. Quiero creer también que Bolaño correrá el destino de un Andrés Caicedo, de un Oswaldo Reynoso o de un Enrique Verástegui, es decir, que su prestigio fluctuará al ritmo de las modas y los cambios de sensibilidad.
Soy aficionado al siglo XIX latinoamericano y, en particular, me interesa cómo la literatura de la época permite ver el carácter experimental de nuestras repúblicas
¿Qué consejo le puedes ofrecer a los jóvenes escritores que quieren utilizar un narrador ambiguo en una historia, o tomar hechos reales para introducir una dosis de ficción?
Como profesor de una maestría de escritura creativa, me rehúso a dar consejos. Los jóvenes deben ser insolentes y desobedientes, a veces para su propia desgracia porque el talento en arte siempre ha de estar, como mínimo, a la altura de la arrogancia juvenil. Si sos más arrogante que talentoso, lo más probable es que acabés rumiando la frustración para el resto de la vida. Pero dicho esto, la insolencia y la desobediencia forman parte de la belleza de ser joven. El aprendiz de brujo tiene que estar dispuesto a agarrar la varita mágica, asumiendo todas las consecuencias de ese atrevimiento y a riesgo de que se le forme un desastre.
El libro está dedicado a Julián Rodríguez Marcos, difunto editor de Periférica. ¿Cómo lo recuerdas? ¿Cuál es el mejor consejo que te dio?
Julián era mi amigo, una especie de hermano mayor. Trabajé muchos años con él en distintos proyectos y es quizá una de las personas que más me ha enseñado de la vida, del arte. Era un maestro en un sentido muy amplio y, como tal, se comportaba como una especie de jardinero, siempre cuidando de que todos los que estábamos a su alrededor floreciéramos.
Has dado clases en el instituto Caro y Cuervo. ¿Cuál crees que es el error más común que cometen los jóvenes escritores en nuestro país?
Lo peor y más difícil de erradicar aquí es la profunda ignorancia sobre la literatura latinoamericana. La mayoría de los escritores colombianos contemporáneos no conoce las tradiciones literarias del continente y muchísima gente pasa por las facultades de literatura sin saber quién es Mariátegui, Salarrué o Sara Gallardo.
¿Cuáles son los autores que consideras que más han influido en tu narrativa?
Cualquier cosa que responda aquí sería una lista estéril de nombres o una fantasía, una aspiración sin mucha sustancia. Dicho esto, me gusta imaginar que estoy cerca de escrituras como las de Sergio Pitol, Diamela Eltit, Mario Bellatin, Sergio Chejfec, Igor Barreto, María Moreno, Margo Glantz o João Gilberto Noll, por mencionar solo a algunos. Tengo muchísimos maestros.