La realidad fisurada. La escritora Margarita García Robayo habla de “La encomienda”

Entrevista con Margarita García Robayo, autora de La encomienda prev

Libros & Letras habló con la autora cartagenera en el marco del Hay Festival 2023 sobre su más reciente novela, La encomienda (Anagrama).


Una sensación extraña se va infiltrando en el lector a medida que avanza por las páginas de La encomienda (Anagrama, 2022), la última novela de Margarita García Robayo (Cartagena, 1980). La narradora no posee las cualidades o atributos que muchos piensan que tienen los escritores, siente apatía la mayor parte del tiempo, le da largas a su trabajo, cualquier mínima interrupción la saca de su impulso de escribir, siente desprecio por su arte y se nota apartada de la experiencia normal de la vida. Quizá todos los escritores somos así en gran medida, al menos durante una buena parte del tiempo, en especial al inicio, cuando la precariedad laboral y el futuro incierto son la norma. La narradora de La encomienda vive en Argentina, trabaja en una agencia de publicidad y vive austeramente mientras busca becas para seguir emigrando a otras latitudes y esperando encontrar el ánimo para escribir. Una hermana que vive en Cartagena le envía periódicamente encomiendas con cosas que ella no le ha solicitado y que la hermana utiliza como forma de mantener y alimentar un vínculo ya de por sí muy delgado y frágil. Un día, llega una de los mencionados paquetes, en esta ocasión una caja más grande de lo habitual y cuyo contenido cambiará la existencia del personaje.

En el marco del Hay Festival Cartagena 2023, tuvimos un diálogo con la escritora acerca de esta obra:

¿Cómo surge la idea para esta novela y cuánto tiempo tomó escribirla?

La idea la tenía hace mucho en la cabeza. Nunca sé de dónde viene exactamente una idea… sí tengo como imágenes de algo que digo: esto puede ser una novela, que me impulsa a contar algo. El sentido lo tenía claro y quería hablar de eso que uno siente que puede dejar atrás por la sola voluntad, como decir: me voy y dejo atrás esto, saco esto de mi vida, prescindo de tal cosa, y de repente a lo largo de la vida te das cuenta de que eso no es posible, que hay cosas que uno no se puede amputar ni cercenar, como el pasado, el origen, el parentesco, la familia. Por mucho que uno quiere y diga: bueno, yo soy libre, limpia de todo y tal, es mentira. En algún momento eso se apersona a tu lado en un paquete gigante y dices: me tengo que hacer cargo porque esta es mi historia y lo mínimo que puedo hacer es tratar de entenderla. Así que yo lo tenía en mente hace bastante, era un tema que me interesaba abordar y cuando llegó la pandemia yo sentía que se iba a acabar el mundo, que no iba a poder hacer nada más, así que me senté y dije: este es el momento de escribir esta novela.

¿Fue escrita durante la cuarentena?

Sí y muy rápido. Debe ser la novela que más rápido escribí, pero porque tuvo que ver con ese estado de urgencia que había en ese momento… es el final y tengo que hacerlo ahora.

Podía ser la última novela de Margarita García Robayo…

(Risas) Le dije a un amigo escritor que fue el único que la leyó: Bueno, tienes la última versión. Si muero de Covid, si pasa algo, haz lo que quieras, encárgate, fírmala tú si quieres por si alguien se puede ofender. Tenía esa necesidad de ponerla en algún lado y la escribí en condiciones muy distintas a las otras: de madrugada cuando mis hijos estaban dormidos, cuando la casa estaba apagada, cuando todo estaba oscuro. Es una novela como de madrugada y encierro.


Entrevista con Margarita García Robayo, autora de La encomienda
Entrevista con Margarita García Robayo, autora de La encomienda

Me sentí identificado con la narradora, con la apatía que siente, la procastinación, el descontento con su familia, el saberse anormal o alejada de la experiencia corriente de la vida, el desprecio por la escritura, etc. ¿Todos los escritores somos así?

Esa parte de la novela, las cosas que dice acerca de la escritura y el oficio y tal, eso lo suscribo, hay cosas que no, pero hay cosas que sí; lo de la escritura, sin duda. A mí me interesan los libros también como esa especie de cajita que te contienen un montón de temas y que si bien hay un argumento que los aúna todos, hay un montón de capas de significado que exceden el argumento. Una de esas que me interesa siempre abordar es la de la escritura. Creo que en el arte hay un procedimiento que tiene que ver con eso y está un poco mejor expresado que en la literatura, que es justamente la de revelar el procedimiento, decirle al lector de alguna manera que esto que está leyendo lo está escribiendo alguien que siente estas cosas frente a lo que está escribiendo. Es como la meta última de la escritura. Me interesan mucho esas capas que puede contener una historia. Y efectivamente siento que la escritura es un oficio pequeñísimo, y que nosotros le damos una dimensión que en el mundo real no tiene, salvo en nuestro pequeño mundo de literatos, pero realmente es un oficio pequeñísimo. También creo que contiene una verdad que lo justifica, y es que allí hay una pequeña luz que ilumina algo de verdad… no sé cómo explicarlo sin romantizarlo porque no creo que sea un oficio romántico, pero sí creo que hay algo en la escritura que contribuye a que por lo menos las versiones instaladas sean subvertidas de algún modo.


Creo que en el arte hay un procedimiento que tiene que ver con eso y está un poco mejor expresado que en la literatura, que es justamente la de revelar el procedimiento, decirle al lector de alguna manera que esto que está leyendo lo está escribiendo alguien que siente estas cosas frente a lo que está escribiendo.

Portada de La encomienda de Margarita García Robayo
Portada de La encomienda de Margarita García Robayo

¿Podríamos decir que hay mucho de ti en el personaje de la narradora de esta novela?

Siempre hay mucho de mí en los personajes que construyo, pero no son un calco de mí; son una construcción que parte mucho de cosas que me interesa abordar como autora o de experiencias que viví de manera cercana, o que invento, o que le pasaron a otro, pero que transformo, agarro todas esas cosas y las transformo en una ficción. A veces me dicen: Bueno, lo que tú dices es autoficción. Aunque nadie se quiere acercar a ese término, lo que rescato es que se trata de una ficción que surge de elementos reales.

En la novela hay muchas joyas subrayables para los escritores, aunque ninguna exalta la profesión; por el contrario, la desprecian. ¿Es normal que un escritor sienta ese desdén por su propio arte?

Para mí, si un escritor está enamorado de lo que hace, no puede escribir algo bueno. Un escritor que romantiza lo que hace y está feliz con lo que hace y está satisfecho, no tiene ninguna pulsión posible para seguir escribiendo. Buena parte de lo que motiva a los escritores y en mi caso sin duda es así, es la insatisfacción, no conseguir llegar a decir exactamente eso que quieres decir y cada vez aproximarte más a eso que quieres decir pero sin conseguirlo… porque el día que lo lograste −en tu cabeza−, ya está, se acabó la gasolina.

El momento central en La encomienda (no sé si podríamos llamarle el núcleo) es una escena casi de terror, cuando el personaje entra de la terraza y ve una figura imposible sentada en su sala. Es algo desconcertante esa fisura en la realidad. El personaje lo sabe y analiza como hace con todo, pero el lector empieza a cuestionar la realidad de lo que lee/ve. ¿Cómo trabajaste ese elemento de extrañeza dentro de la historia? ¿Algún libro o autor te inspiró?

Yo no quería hacer una novela de género fantástico, no es mi área. Pero lo que sí quería era emular de alguna manera ese elemento kafkiano. Hay algo muy pequeño que se cuela en la realidad, que la fisura, un elemento de extrañeza que rompe la realidad y rápidamente se naturaliza. El lector no se tiene que quedar considerando las hipótesis. Ella tiene ese momento de desconcierto y dice: Esto no puede ser, pero está pasando y lo primero que piensa es que la figura está desabrigada y va y le busca un chal…

…acepta la extrañeza.

La acepta, la naturaliza y sigue adelante. Y en ese sentido es más kafkiano que fantástico porque lo que hace Kafka en un punto es eso: un día amaneció transformado en un insecto y sigamos con la historia y listo. Y eso es lo que yo quería hacer en La encomienda: emular ese sentido de extrañeza.


Tanto en libros como en películas me interesa y me gusta mucho ese proceso en que el espectador o el lector terminan de completar la historia y participan en esa construcción. Detesto los finales que te dan todo cerrado, todo machacado, todo explicado

Los escritores Margarita García Robayo y Pablo Concha
Los escritores Margarita García Robayo y Pablo Concha

¿Podríamos decir entonces que la influencia principal de esta novela es Kafka?

Absolutamente. En esta y en todas. Me encanta, es un autor que leo y releo. Debe ser el único libro que releí para esto.

La precariedad laboral del escritor al inicio de la carrera se describe crudamente, condiciones poco óptimas de trabajo para cualquiera que esté empezando. ¿Qué fue lo más duro de esa época y es posible que recuerdes ahora algo de esa etapa con cariño?

No es lo mismo si tus papás tienen plata y te mandan a estudiar afuera o te ganas una beca. Yo me fui porque quería irme, tenía un trabajo, pero no me iba a alcanzar para pagar un alquiler y demás. Yo no recuerdo para nada con peso esa etapa, al contrario, la recuerdo con una especie de conquista de mi propia libertad y de mi autonomía que me parece maravillosa, y aunque realmente vivía con muy poco, tengo un muy buen recuerdo de ese momento −también tenía que ver con la edad− que me permitió ver bien qué era lo que yo quería, porque no era como que iba a perder algo, no tenía mucho que perder, entonces es como dice Janis Joplin: “La libertad es otra manera de decir que no tienes nada que perder”. Finalmente no era que estuviera dejando o jugándome grandes cosas…

…como renunciando a algo…

Renunciando a, como decir: dejo mi trabajo por dedicarme a la escritura. No, no tenía nada igual, entonces lo que tenía que hacer era procurarme lo mínimo indispensable. De hecho, el departamento de La encomienda es muy parecido a mi primer departamento, que era chiquitito con una terraza desproporcionada. Está concebido de una manera que vivía en un monoambiente o un dos ambientes, pero con una terraza gigante. Lo peor de esa etapa quizá es la incertidumbre, pero eso es algo que te acompaña en la escritura desde el minuto uno hasta el final. Cuando doy talleres y mis alumnos me preguntan por la etapa de la publicación, les digo que es la pregunta que no pueden hacerse, porque si uno empieza escribiendo y pensando: ¿quién me lo va a publicar, dónde lo voy a publicar, qué va a pasar con esto?, siento que ya es la primera manera de censurarte y decir: ¿cómo hago esto de manera que sea aceptado? Por lo menos uno no se puede preguntar si el otro lo va a aceptar, porque en general la mayoría de las veces nadie te acepta, siempre va a haber el no; como dicen, el no ya lo tienes, entonces si uno tiene eso en la cabeza siento que está siendo mezquino. Creo que uno se puede permitir la mezquindad en muchos aspectos de la vida, pero no en su oficio, no en lo que hace; en la literatura uno no puede permitirse la mezquindad. No te preguntas mucho si esto que estás poniendo en papel se va a traducir en monedas en algún momento. Si consideras esas preguntas creo que ya perdiste.

Es como adelantarse al proceso, ¿verdad?

Sí, totalmente. Es difícil de sostener, pero hay algo que yo siempre les digo a mis alumnos cuando vienen al taller y es que la publicación es una de las tantas consecuencias que puede tener un texto y ni siquiera es la más importante. Si sucede que lo publican, ok, genial, y genial o no, porque por ahí nadie lo entendió o te fue remal. Pero bueno, salió y lo diste al mundo, perfecto, y el destino natural de un texto es que sea leído por otros, pero ni siquiera es la más importante. La más importante finalmente es que tú hayas conseguido sacar eso que querías decir y ponerlo en un lugar en el que está a salvo. Eso está salvo ahí por fuera del tiempo y el camino es indistinto.

¿Podríamos decir que el personaje de La encomienda es lo más autobiográfico que has escrito sobre la época cuando te fuiste Argentina?

Yo no sé si autobiográfico. En todos hay cosas que yo saco de mi vida, yo vivo fagocitando… Cuando vengo a Colombia mis amigas me dicen: no te vamos a ver porque cada vez que vienes sale un libro, cada vez que vienes se te ocurre un libro y haces algo. Siempre tomo elementos de cosas que siento cercanas y las incluyo, las maquillo, las ficciono y etcétera. Es cierto que debe ser la primera vez en La encomienda que la narradora es una mujer adulta habitando un presente mucho más cercano al actual que en las otras, donde sobre todo había una especie de reminiscencia del pasado. 

La niña o la adolescente narrando todo…

La niña, el colegio, etc. Entonces quizá eso se siente como un poco más lejano en mi idioma, en mi presente, que hace unos años antes de ser madre, antes de todo, que habitaba en esa ciudad a la que me había ido hace poco.

Mucha de esa extrañeza de la historia no es clarificada al final de la novela; el lector queda con la duda y debe decidir qué sucedió. ¿Es bueno dejar a los lectores queriendo más y con preguntas?

Absolutamente. Tanto en libros como en películas me interesa y me gusta mucho ese proceso en que el espectador o el lector terminan de completar la historia y participan en esa construcción. Detesto los finales que te dan todo cerrado, todo machacado, todo explicado. Me interesa mucho que queden preguntas, huecos. Ayer, por ejemplo, fui un club de lectura y cada una tenía una explicación distinta para la novela: una decía que era un fantasma; la otra decía que eso no pasó, que la chica nunca se levantó del sofá y todo se lo imaginó; todas tenían una explicación distinta para lo que le pasó a esta mujer a lo largo de una semana (la novela va de sábado a sábado). Entonces me gusta mucho eso, que el lector termine de construir y que incluso se obligue a la relectura. Me encanta de releer libros que me gustaron el remarcar lo que dijo un personaje, etc., porque es como si el libro te ofreciera constantemente una nueva posibilidad de visitarlo y de entender otra cosa.

Tú das talleres de escritura. ¿Qué libro les recomendarías a quienes están empezando? Cualquiera que les dé placer. Yo creo que uno tiene que encontrar el placer de la lectura, antes que la lectura que debe ser. No siento que haya un canon que te enseñe a escribir o que te abra la cabeza, o lo que sea. Yo además hablo por mi propia experiencia, no porque sea la mejor sino porque es la única que tengo. Yo no tuve una educación canónica, yo leía desde la revista Selecciones hasta Condorito o Isabel Allende. Y hoy elijo mis lecturas por afinidad, porque me interesa más como cuenta este, me gusta la forma de tal, me gusta la poesía de tal, la música de este, pero cuando estaba formándome fue muy grato encontrar la lectura que me diera placer, eso que te saque la risa o que te conmueva, que te haga llorar o que te movilice de alguna manera que te conmocione. Esa es la lectura de la que hay que apuntar, en mi opinión.

Hace unos meses fue el lanzamiento en la Fiesta del libro y la cultura de Medellín de Puñalada Trapera II de la editorial Rey Naranjo. Tu estuviste en el primer libro, junto a nombres que han logrado publicaciones importantes como Juan Cárdenas y Pilar Quintana. ¿Qué recuerdos tienes del libro y qué significó para ti el ser incluida allí?

Siempre me gusta estar incluida en antologías con escritores contemporáneos porque es una posibilidad de visitar esos mapas que se van armando y que uno no entiende mucho, sino con la distancia que te da el tiempo. Me parece súper importante el trabajo de esas antologías porque es más fácil hacer una lectura a posteriori de lo que estaba pasando en ese momento literariamente en Colombia. Por supuesto, siempre hay sesgos y bueno, por ahí no están todos los que deberían estar, etcétera, pero es un intento por brindar un mapeo del panorama, de decir: en ese momento los temas eran estos, los autores eran estos, las formas que prevalecían eran tales; eso también te da información sobre el oficio y me parece súper importante.

¿Cuáles podrías decir que son los autores que más han influenciado tu narrativa?

Siempre menciono la misma novelita, creo que la he hecho vender más que su propio autor (risas) pero a mí me influyó muchísimo Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco. Cuando descubrí esa novela y la forma que tiene, dije: yo quiero hacer esto o algo muy parecido. Aproximarme a esa forma de escritura me marcó. Más recientemente me ha marcado muchísimo leer poesía, es lo que más me gusta leer, es mi reseteo. Cuando estoy escribiendo, por ejemplo, nunca leo narrativa, siento que me contamina lo que hace el otro, la voz del otro, las historias, prefiero estar aislada, pero sí leo poesía. Lo que sí me gusta que se me pegue es la música que hacen otros y les sale tan bien y que yo no concibo porque no soy poeta.

¿Cuáles son tus libros favoritos protagonizados por escritores?

Los detectives salvajes me parece una gran novela, Lo que no fue dicho de José Zuleta Ortiz, y todo Bukowski.