Por: Jaime Jaramillo Escobar / Poeta colombiano.*
Entre los libros inolvidables hay dos que, curiosamente, fueron escritos para niños y perduran en el adulto que guarda en su intimidad a ese niño curioso y sorprendido que se deslumbró con Pinocho y El Principito y los convirtió en sus mejores amigos para siempre.
El tema de esta nota es El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry. No un resumen. Comentarios adaptados al formato de esta publicación.
Pinocho nació en Italia. –Todos saben cómo. No voy a repetir que su papá fue Carlo Collodi, florentino– y el Principito francés (Le petit prince) fue escrito en Long Island, 1942. Para la fecha actual ambos son considerados como libros favoritos del mundo. Escasas obras literarias tienen ese privilegio. Y es que sus autores los hicieron sencillamente, en estilo llano, (igual que el Quijote) que es la mejor manera de perdurar en la memoria de los pueblos.
Autor de varios libros, Saint-Exupéry (1900–1944) sobresale por El Principito. Como piloto conoció el desierto y el mar. El desierto africano le inspiró el árido planetica de su cuento, y en el mar se perdió con su aeroplano en misión sin retorno.
Películas con actores, o en dibujos y otros medios, contribuyen a la fama de ese niño aventurero, además de numerosas traducciones y ediciones en todos los formatos. En la actualidad de esta nota el prestigio de El Principito crece, con las nuevas generaciones y nuevas tecnologías, como el primer humano que vivió en otro planeta, no por diminuto e imaginario menos famoso e importante en la literatura universal.
El Principito es uno de esos personajes de fantasía a los que sus creadores les infunden tanta verosimilitud que se vuelven reales en la imaginación y se convive con ellos como parte de la vida. Cuando hablan –sea lo que sea– se les escucha con atención y asombro. Ya en página 2 afirma:
“Las personas grandes nunca comprenden nada por sí solas, y es cansador para los niños tener que darles siempre y siempre explicaciones”.
Los mayores no salen bien librados en el relato:
“Los niños deben ser muy indulgentes con las personas grandes”.
“¿Los hombres? Como no tienen raíces, el viento se los lleva”.
Y dijo el zorro: “No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”.
Particularidad del relato es que el principito, aunque va de uno a otro de sus diminutos planetas, parece estar siempre en el mismo lugar, con una flor de cuatro espinas y sus extraños compañeros, entre ellos la serpiente amarilla.
Con motivo del cincuentenario de la primera edición se realizó una de lujo en Singapur, con láminas facsimilares del original, ordenada por la Morgan Library.
En cuanto a reproducciones de su emblemática figura, Pinocho les gana a todos los demás personajes de ficción. El Principito no es su amigo, pero ambos son niños, sólo superados en la ficción por don Quijote, que también tenía un amigo. No hay personaje importante en la literatura que no tenga un amigo, aunque sea un burrito, como Platero. Y muchas veces el amigo imaginario es más real que el otro.
En la dedicatoria del libro –A León Werth– dice: “Todas las personas grandes han sido niños antes. Pero pocas lo recuerdan”.
*Tomado del portal Bibliotecas Públicas de Medellín