Amé cuerpos
sólidos
gloriosamente erguidos
henchidos de arterias y de rosas
anchos vasos
donde no pudo rebosar sino el amor.
Todos viajan
definitivamente.
Algunos flotan
rítmicos
callados
hasta un rincón de violetas
y cruces carcomidas.
Otros hay
danzantes
con los cabellos pesados de sol.
son aquellos
en quienes largamente me complazco.
Son aquellos que aún caldean
los ladrillos helados de las tumbas
Amé racimos
durados de cuerpos.
Frutos
para las flacas quijadas de la muerte.
Incómodos ramos
de brazos
zapatones y bocas
hablando incesantemente,
atropelladamente,
para taparse la carne desnuda,
para llenar con ecos
el sitio vacío del amor.
Amé multitudes
-noche tendida sobre las plazas blancas-
escuché su gigantesco sollozo
su incontable latido.
Fui en medio de sus brazos y brazos,
luminoso de pupilas,
poseyendo su cuerpo ondulante,
de inconmensurables posibilidades,
de inesperados encuentros.