Un café en Buenos Aires en librería Suerte Maldita


En días en los que no
nos alcanzan los dedos de las manos para contar las malas noticias que nos caen
sobre la cabeza, nos llega (¡al fin!) una buena: en Buenos Aires acaba de abrir
una nueva librería. Los encargados de la adorable irresponsabilidad son Ana Ojeda y Luis Mey. Pasé a visitarlos a pocos días de su inauguración, y
mientras Ana atendía a amigos y
clientes, Luis preparó dos cafés y
empezamos a charlar sobre lo que más nos gusta. Acá les comparto lo que se
puede publicar:
¿Cuándo abrió Suerte Maldita, Luis?
L: Suerte
Maldita abrió sus puertas el jueves 1 de noviembre.
—Pasame la dirección y horarios.
L: Estamos en Serrano 1394.
—Entre Cabrera y Niceto Vega. Corazón
de Palermo, a dos cuadras de Plaza Serrano. Qué buen plan venirse para acá a
dar una vuelta, tomarse un café o una cervecita, y después pasar a conocer la
librería.
L: ¡Exacto! Vos lo dijiste. Y abrimos de lunes a lunes. De lunes a
viernes, estamos de 12 a 20; los sábados, de 12 a 21 y los domingos de 15 a 20.
Pero muy seguido nos vamos a quedar hasta más allá de la medianoche.
—¿Habrá fiesta de inauguración?
L: ¡Ya paso
y no viniste, Pablo!
—Tenés razón, disculpame.
Pero sé que se vienen un montón de presentaciones de libros, ¿no?
L: En Suerte Maldita habrá
todo. Y te esperamos tanto a vos como a todos los lectores de Un café en Buenos Aires.
—¿Dijiste que habrá de todo?
L: De todo.
—Te tomo la palabra. Sigamos: me gusta pasar
tiempo en librerías. Y me
llama la atención la cantidad de gente que entra a ellas como quien pisa un
planeta desconocido, y le dice al librero: “Tengo que regalar un libro, ¿me
recomienda uno por favor?”. ¿Qué libros imaginás que Ana y vos van a
recomendar?
L: Está bien
que lo sientan un planeta desconocido. Hay tantos libros como diría Zaid
en Los demasiados libros que de ningún modo es posible abarcarlo todo. ¿Qué
recomendaremos? Será casuística: cada lector es único, tendremos que
conocerlos.
—Te cuento una anécdota: muchos años atrás entré a una
librería y pedí Lolita. El librero, que no tenía la menor idea de qué
era lo que yo le pedía, me preguntó quién era su autor. Yo respondí “Nabokov”,
y él, tentado de la risa me dijo: “¿Nabo cuánto?”. La anécdota es graciosa,
pero también habla de cuánto se degradó uno de los trabajos más bellos: el de
librero. ¿Por qué intuís que llegamos a esto?
L: En ningún
lugar del mundo hay tantos libreros como necesitan las librerías. Hablo de libreros
y libreras de los de antes. Parte de la búsqueda de un buen lector debe ser
encontrar su librero.
¿Hay escritores con los que, por razones éticas o estéticas, optarán no
trabajar?
L: De ninguna manera. 
Puedo imaginar qué ventajas tienen las grandes cadenas de librerías a la
hora de competir con librerías como Suerte Maldita. Pero también imagino que
las librerías (más) pequeñas tendrán alguna que otra ventaja a la hora de
enfrentar esos monstruos. ¿Cuáles son?
L: No se
trata de enfrentamientos. La ciudad es una gran librería. Como ventaja
competitiva, Ana y yo somos
escritores, y amamos el libro, y también queremos que quienes nos vengan a
visitar lean lo que nosotros leímos, y también queremos leer lo que ellos nos
recomienden.
Toda buena librería es, inevitablemente, un lugar mágico. Pero para
sostener esa magia hay que lidiar con una serie de cuestiones bastante grises
como el pago del alquiler, impuestos, trato con editoriales, etc. ¿Están
preparados para lidiar con ese “lado B”?
L: Estamos
listos desde que nacimos, Pablo. Es más, no sabemos por qué no lo hicimos
antes.
No basta con contar con una determinada suma de
dinero para montar una librería con alma. Se precisa (
más allá de amor a los libros) también cierto conocimiento
del mundo editorial. Imagino que tus años como librero en El Ateneo serán de
ayuda.
L: Sí, por
supuesto. Fue una gran escuela como también lo fue la Boutique del Libro y también
lo son un poco todas las librerías. Pero también el trato con las editoriales
que siempre fueron muy buenos compañeros del mundo del libro, la gente de
distribución y las comidas con colegas.
Vamos con la última.
L: ¿Me vas a preguntar
a qué escritor invitaría a tomar un café?
—Exacto.
L: ¿Puedo elegir dos?
—Claro que sí.
L: Los invitados serían dos: Cheever y Virginia Woolf. Sería un
buen cóctel. Los invitaríamos a Suerte Maldita y aquí les ofreceríamos buen
café o un vino… vino, vino.
    Tengo una más. Es una
pregunta casi secreta, así que te la hago al oído: hay
una
leyenda que cuenta que algunas librerías de Buenos Aires están conectadas por
una interminable red de túneles. Y que allí, bajo tierra, una cofradía de
duendes con sombreros extraños escriben e imprimen libros repletos de poemas,
cuentos y novelas bonitísimas. Alguien me susurró que  Suerte Maldita está conectada a esos túneles.
¿Es cierto?
L: Sí,
claro. Pero Suerte Maldita está conectado sobre todo con la red bancaria sobre
avenida Córdoba. Libreros y boqueteros. Guardanos el secreto.


*Pablo Hernán Di Marco.

Desde Buenos Aires trabaja vía internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas. Autor de las novelas Las horas derramadasTríptico del desamparo y Espiral. Colaborador de la editorial Ojo de Poeta y columnista de la revista cultural Libros & Letras.

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