Jazmín Nogaró: “Lo que yo busco es generar hábitos de lectura”


Un
café en Buenos Aires con Jazmín Nogaró, creadora de la comunidad lectora Viajar
en palabras

Por: Pablo Di Marco* / Argentina

A
la hora de respondernos quiénes integran el mundo del libro es inevitable
pensar en escritores, editores, libreros y bibliotecarios. Sin embargo, a esa
enumeración le hace falta un actor nuevo: los bookstagrammers. Pese a ser (aún)
incomprendidos por muchos integrantes de la vieja guardia, no solo son una
referencia ineludible para los lectores jóvenes, sino que también son buscados
por infinidad de editoriales a la hora de difundir sus lanzamientos. Para
conversar sobre estos nuevos tiempos (que inevitablemente están cambiando)
decidí conversar con Jazmín Nogaró, una de las bookstagrammers más activas de
Argentina.
 
—Años
atrás padeciste una enfermedad que ni siquiera te permitía levantarte de la
cama. ¿Fue en ese tiempo de reposo obligado que la literatura se volvió tu
refugio y nació «Viajar en palabras»?

 
JN: Me diagnosticaron artritis en el 2017 por
un dolor muy fuerte de manos que apareció de un día para el otro. Los libros me
acompañaron en las miles e interminables salas de espera de los médicos. Y también
hicieron de alas para conocer el mundo y para transportarme de la cama de la
que no podía levantarme sin ayuda. No podía pasar las páginas de libro con
comodidad, pero apoyaba el libro en un atril y así me pasaba horas. Llegué a
leerme dos libros por día y las reseñas salían con toda naturalidad, las
grababa en el celular y después alguien en casa me las transcribía. Viajar en
palaras nació un año antes de que aparezca la artritis en mi vida, pero fue a
partir de estos meses de quietud e introspección en los que las reseñas tomaron
un tinte más personal y emotivo. En mis escritos se notaba la metamorfosis que
estaba haciendo yo como persona.
 
—¿Cuál
fue la primera reseña que escribiste tras la llegada de la enfermedad?

JN: El
psicoanalista
de Katzenbach, y tuve mucho miedo de publicarla porque para
mí significaba el renacer de la cuenta. Me ponía no solo como lectora, sino
como intérprete y coautora de la obra, re-escribiendo su trama con mis
comentarios. Probablemente si hoy la releo no me guste y le encuentre mil
errores, pero ese libro fue la lectura bisagra que llevó a Viajar en palabras a
otro nivel y me hizo ver la lectura con ojos más humanos, cálidos y amorosos.
Entendí que mi valor agregado está en la emoción.
 
—¿Por
qué creés que las cuentas que recomiendan libros hallaron su espacio en una red
social orientada a la imagen como Instagram y no a una orientada a la palabra
como Facebook?

 
JN: En parte creo que se debe a que toda la
audiencia migró de Facebook a Instagram, creo que hoy Facebook tiene otra
audiencia. De hecho, «Viajar en palabras» tiene una página en Facebook pero le
doy poca bola… solo replico el contenido de Instagram, pero no leo los
comentarios. Tampoco hay mucha interacción.
 
—Lo
que es innegable es que la dualidad imagen/texto de Instagram rindió sus
frutos.

 
JN: Tal cual, Pablo. Creo que la inmediatez
y lo audiovisual nos bombardean cada vez más, y los consumidores necesitamos
algo que nos frene, ya sea una imagen diferente, un texto, una cita. Algo que
nos invite a pensar qué es lo que estamos consumiendo, algo que nos haga dejar
de scrollear. Lo que yo busco en Instagram es generar hábitos de lectura, o por
lo menos las ganas de retomar nuestra vida analógica, dándole una pausa a tanta
información y conectándonos con nosotros. Creo que es una invitación a
descansar, a cortar con la rutina, algo así como una meditación literaria donde
nos encontremos con nosotros mismos a través de una ficción.
 
—Es
llamativo la gran cantidad de cuentas literarias que existen. Parecieran
multiplicarse día a día.

 
JN: El que tantas cuentas literarias tengan
éxito es un llamado de atención. Lo interpreto como una clara búsqueda de la
esencia, de darnos una pausa y regalarnos un rato de lectura. También creo que
la gente dejó de tener vergüenza de mostrar sus gustos. Quizás cuando éramos
más chicos la lectura era una actividad solitaria, incluso escondida, yo solo
leía en casa y negaba haber leído muchos libros en clase para no sentirme una
“nerd”. Celebro la apertura de que los gustos pueden y deben ser variados.
 

Es que son muchas las personas que no tienen con quién conversar sobre libros, e Instagram abrió el juego al diálogo, diálogo que antes se encontraba en un blog o un foro, pero además ahora es más atractivo porque hay una imagen de por medio.



—Y
en relación a lo que decís de dejar de pensar a la lectura como un acto
solitario, hay muchas cuentas actúan como una mesa de bar en la que se debate
en torno a libros y autores.

 
JN: Es que son muchas las personas que no
tienen con quién conversar sobre libros, e Instagram abrió el juego al diálogo,
diálogo que antes se encontraba en un blog o un foro, pero además ahora es más
atractivo porque hay una imagen de por medio (y ese es un desafío extra a la
hora de generar el contenido). Personalmente, mi comunidad es MUY respetuosa y
son pocas las veces que recibí comentarios fuera de lugar. Yo fomento el
diálogo, aprendo de mis “seguidores”, o amigos lectores como me gusta llamarlos,
y me nutro de cada intercambio. Me hice muchos amigos en la red, personas que
se acercaron diciéndome “no tengo con quién comentar este libro, nadie de mi
entorno lee” y encontró en Viajar en palabras una amiga, alguien que comparte
esa pasión.
 
—Tiempo
atrás eras “tan solo” una apasionada de la lectura que le recomendaba libros a
tus amigos. Hoy estás al frente de una cuenta con decenas de miles de
seguidores. ¿Qué ganaste y qué perdiste de esos primeros tiempos a hoy?

 
JN: Huy, Pablo, qué pregunta difícil. Es mucho
más lo que gané que lo que perdí, sin dudas. En primer lugar, gané seguridad y
confianza en mí misma. Al principio pensaba “¿quién me va a leer?” y después
entendí que no era tan importante quién me leía o si gustaba o no, sino que
había encontrado el lugar para canalizar mis pasiones. En segundo lugar, gané
amigos. Si hay algo que esta comunidad me dio es gente que disfruta de la
literatura, y con ellos generamos espacios de intercambio alucinantes. Muchas
veces no coincidimos, pero ahí es donde está la riqueza, en el saberse
diferentes pero a su vez abiertos para aprender del otro. Va mucho más allá de
si luego pienso como el otro, sino en tener la apertura de escucharlo. «Viajaren palabras» me enseñó a dialogar, tanto con los autores y sus obras, como con
las personas que me siguen. También gané un trabajo, supe cómo monetizar, de a
poco y con muuuucha perseverancia, este espacio sin fallarle a mi comunidad,
que es a quien respondo. En resumen, gané confianza, diálogo, amistades y
trabajo. ¡Casi que un sueño hecho realidad! Ah, y seguramente gané varios
puntos de aumento en mi miopía de estar tantas horas al día leyendo.
 
—¿Y
qué perdiste?

 
JN: Ojeras, esfuerzo y estrés (que todo
trabajo conlleva, pero son los gajes del oficio). Creo que decir que perdí privacidad
es caer en la respuesta fácil. Y aunque no creo que perdí privacidad, sí creo
que soy más consciente de lo que subo. Sé que me están leyendo, entonces tengo
que cuidarme con las formas porque se pueden tomar a mal lo que digo, y a la
gente le gusta marcar el error. Desde tener un error ortográfico a decir lo que
pienso. Igual, creo que eso no lo perdí, porque desde el primer momento decidí
dejar mis opiniones en ciertos ambientes de lado, desde mis relaciones a mis
opiniones políticas o sociales. Viajar en palabras es un escape de todo eso,
sería una hipócrita si me pongo a militar en las redes cuando busco generar un
espacio de conexión con el interior y no con el afuera.
 
—Las
grandes editoriales suelen enviarte presentes y versiones lujosas de sus
mejores publicaciones. ¿En algún momento sentiste que esas atenciones te
quitaban independencia a la hora de opinar con libertad sobre esos libros?

 
JN: En ningún momento sentí eso. Al entrar
en relación con editoriales, autores y demás siempre fui muy clara con lo que
me comprometía a compartir o no. Cuando me regalan un libro, sé el esfuerzo que
hay detrás, entonces trato de salir del me gustó/no me gustó para compartir esa
lectura y resaltar lo bueno. Creo que más allá del me gustó/no me gustó se nota
cuando una novela me rompe la cabeza y no hace ni falta que lo diga. Pero como
sé que no me gusta lo mismo que al resto, cuando me regalan un libro que no
hubiese comprado, le doy una oportunidad y busco su riqueza.

 

No quiero que se descontextualicen mis palabras, a lo que voy es que jamás voy a promocionar un libro como una gran obra si no me conmovió.



—Son
demasiados los libros mediocres que jamás debieran haberse publicado. ¿Qué
hacés cuando te envían ejemplares así?

 
JN: Muy pocas veces me pasó de que un libro
era impublicable, y en ese caso no subí reseñas. Soy muy cuidadosa a la hora de
aceptar colaboraciones, y también dejo en claro que yo me comprometo en modo de
agradecimiento a subir una historia, pero no a subir un post con ciertas fechas
límites o a halagar un libro. Mi lealtad es hacia mi comunidad más que a la
industria, por decirlo de alguna manera. No quiero que se descontextualicen mis
palabras, a lo que voy es que jamás voy a promocionar un libro como una gran
obra si no me conmovió.
 
—¿Te
ofrecieron plata a cambio de una reseña positiva?

 
JN: Me lo ofrecen seguido, pero jamás lo
acepté. No es mi estilo. Ante todo busco ser genuina y transparente, y no
podría mentirme.
 
—¿Por
qué creés que hay tan pocos bookstagrammers hombres?

 
JN: La verdad que no lo había pensado.
Conozco bookstagrammers hombres, pero es verdad que somos más las mujeres. Creo
que estamos más acostumbrados como sociedad a ver a una mujer da un comentario
“sensible” de una obra, como si un hombre fuese menos hombre por
sensibilizarse… Sé que esto está cambiando (por suerte), pero algunos dirían
“old habbits never die”, y me parece que puede ser que un hombre esté menos
dispuesto a estar frente al qué dirán. La verdad que no sé. No sé si esta es
una buena respuesta o si es cierto. De todos modos creo que la conversación no
pasa por si el recomendador es hombre o mujer. Celebro que hablemos de libros,
que fomentemos la lectura, cualquiera sea el género que sea.

—Intuyo
que el Club de lectura de «Viajar en palabras» es uno de tus mayores orgullos.
Hablame de eso.

 
JN: El Club de lectura nace como un espacio
de diálogo y debate, a partir de la necesidad de salir de la virtualidad. Tenía
que humanizar la cuenta, sentir y ver en persona a quien estaba del otro lado,
leyéndome, respondiéndome. Al principio me dio muchos nervios, pero desde el
vamos planteé que yo era una estudiante de comunicación, y que no iba a dar una
clase de literatura sino que quería compartir un espacio de lectura y análisis.
Yo siento que convivo con los personajes del libro de turno, me cuesta
dejarlos, y necesitaba compartir esa necesidad de hacer un mundo de la
literatura. Se puede decir que el Club de lectura nació como un experimento
para ver si alguien se sumaba, y tres años después doy más de diez clubes
mensuales.
 
—Entonces
todos invitados a sumarse al Club de lectura de Viajar en palabras. Vamos terminando,
Jazmín. Te regalo la posibilidad de invitar a tomar algo al escritor que
quieras. ¿A quién elegís y a qué bar lo llevás?

 
JN: Me gustaría… me gustaría tomar un café con Cortázar
o con Benedetti. Y me gustaría conocerlos en su hábitat natural, con lo que
iría a los bares que ellos frecuentaron en su momento (asumiendo que en
este encuentro puedo viajar en el tiempo…jajajaj), para verlos en su
cotidianidad y no como una entrevista en sí.
 
—¿Y
qué le preguntarías a Cortázar y a Benedetti?

 
JN: ¿Qué le preguntaría? Reformularía la pregunta por
¿Qué no le preguntarías? Pero en primer lugar me encantaría escucharlos leer algún
fragmento de sus libros. Ahora, si tengo que ser más realista y pensar en
la actualidad… me encantaría tomar un té (soy de esas pocas que quedan en la
Tierra que no toman café, no logra gustarme) con Haruki Murakami. Hay algo de
la literatura oriental que me atrapa: sus ritmos, sus formas de ver y concebir
la vida, y conocerlo a través de la literatura me parece un regalo. Creo que le
preguntaría sobre su cotidianidad. Incluso cada detalle mínimo, como Mr.
Weasley cuando le pregunta a Harry por el mundo de los muggles y llega a
preguntarle por los patos de hule. Me interesaría saber cómo encuentra las
palabras tan profundas para los sentimientos, cómo logra verbalizarlos. 
 
—Ahora
sí vamos con la última, Jazmín.
 
JN: Todas las que quieras.
 
—Empezamos
esta charla hablando sobre aquella artritis que terminó resignificando a «Viajar
en palabras». Contame cómo estás hoy de salud.

 
JN: Estoy impecable, Pablo. La artritis, al ser una enfermedad autoinmune, no se cura sino que se trata, y estoy en
tratamiento. Hace más de un año que estoy inmunorregulada porque me inyecto
todas las semanas un remedio biológico y me siento bárbaro. Sí me pasa que
estoy más atenta a mi cuerpo, no espero a que me duela sino que me escucho más.
Desde que tengo artritis me doy más espacio a escucharme tanto física como
emocionalmente y decido realmente ESTAR. Y de esa manera prevengo los dolores
fuertes. Sí me pasa que a veces se me inflaman las articulaciones porque hice
un mal movimiento o por algo emocional, y eso me indica que debo frenar y darme
un respiro. En fin, tengo la enfermedad controlada y llevo una vida normal solo
que estoy más atenta a mi cuerpo y a mis emociones.  



Quienes
quieran ser parte de la comunidad lectora de Jazmín Nogaró pueden sumarse en
instagram a @viajarenpalabras
*Fotos: Cortesía. Archivo Jamín Nogaro
*Pablo Hernán Di Marco.  Desde Buenos Aires trabaja vía internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas. Autor, entre otras novelas Las horas derramadasTríptico del desamparo. Colaborador literario de la revista Libros & Letras 




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